El perdón sana la memoria, no la desaparece.

De complexión delgada y estatura media-baja, no superando el 1,65cm. Cabello lacio de un oscuro negro azabache, ribeteado de brillos azulados; textura suave y fina, acaba siendo un montón de mechones cayendo desordenados que ocultan de cuando en vez las líneas delimitadas de su rostro. Lo que más pudiera resaltar de él es el frondoso flequillo que porta. De tez ligeramente tostada, con mejillas propensas a sufrir fuertes sonrojos frente a grandes impresiones. Delicada ante altas temperaturas, por tanto, reacciona desfavorablemente ante un día soleado, causando en ella una ligera comezón. Ojos en tono Amatista intenso, enmarcados por la línea más bien recta que los forma y define, adornados por pestañas finas y ligeramente alargadas, de cantidad no excesiva.
Su cuello es delgado y del largo justo, descendiendo hasta dar con un par de clavículas marcadas y continuando hacia dos hombros de exquisita delicadeza.

Busca siempre pasar desapercibido, camuflándose en medio de las multitudes, siendo uno más en su entorno pero en silencio. No suele llamar los conflictos ni dejarse atraer por ellos, tiene paciencia en extremo, mas como humano, pueden hacerle llegar a sus límites si se meten demasiado con él. Se caracteriza por admirar en su mutismo las mil y una maravillas de la vida, desde lo más simple a lo más ornamentado. Sin embargo, prefiere la simpleza por encima de lo ostentoso. Por lo mismo siente gran apego a la naturaleza.
Cuando no está leyendo, está pintando o jugueteando con el piano de cola del instituto, aún sin saber tocar aquel instrumento.
Llegado el momento de hablar lo hace como una persona absolutamente normal y logra sostener charlas triviales como cualquiera, pero pronto pierde interés en los temas poco profundos y se abstrae. No piensa mucho en sus acciones llegado el momento de llevarlas a cabo, cosa que le juega malas pasadas por su extrema transparencia, volviéndole un tanto torpe para relacionarse y establecer conexiones profundas con los demás. Sin embargo, puede tener su círculo pequeño de amigos, confiar en ellos plenamente y desarrollarse emocionalmente junto a un entorno bien constituido. Esto mismo, en ciertas situaciones, puede debilitarlo al punto de dejarle desprotegido. “Si uno de los naipes de la torre cede, su estructura sólida se esfuma.”
El contacto corporal le avergüenza, causándole escalofríos y por lo mismo suele evitarlo a como de lugar. Aunque en casos puntuales, donde los sentimientos dominen y la razón escasee, puede gozar de una expresividad impensada.

Nacido en una familia de padres comunes y de status medio, el mayor de dos hijos. Heredero de rasgos netamente maternales, creció rodeado de atenciones y lo necesario para sentirse completo en sus años de infancia, inclusive con la llegada de su hermana menor cuatro años más tarde de su propio nacimiento: Rose. Ella, más que ser el motivo de una envidia común y frecuente, fue la musa inspiradora de tendencias protectoras; su más preciado tesoro.
Crecieron juntos, acunados por lo que parecía ser un dulce hogar, pero las cosas muchas veces no son tan perfectas como se creen. A la edad de doce años, el mayor de los Aoyagi sufrió la pérdida del sostenedor de la familia producto de un quiebre amargo en la relación matrimonial de sus padres. Con ello, todo se fue abajo, literalmente. La madre, debido a las necesidades, comenzó a trabajar por turnos y Rose fue entregada a su abuela materna, habitante de otra región.
Las cadenas comenzaban a romperse y el frágil cascarón de lo que era la guarida de Ritsuka se resquebrajaba. Fue así que terminó de escuela en escuela, buscando encajar para sobrellevar los años de adolescencia que se avecinaban y el constante cambio de trabajo de su madre. Con la mitad del pecho vacío por la ausencia de su hermana y la pérdida de su padre, se concentró en no dar problemas a su progenitora, limitándose al estudio y a unas cuantas actividades escolares para sociabilizar y desenvolverse como todos.
No obstante, las dificultades entre sus compañeros de clase no escasearon, por el contrario, era foco de atención por su aspecto enclenque y su dificultad para mantener relaciones por mucho tiempo producto del temor y la inmensa inestabilidad en la que vivía. Aprendió con el tiempo a sacar carácter y no dejarse amedrentar, lo cual finalmente le trajo beneficios y un par de amigos.
Con 17 años recién cumplidos, Ritsuka se entera de la nueva relación de su madre con un empresario adinerado que, sorprendido por la belleza natural de su madre, acabó por enamorarse de ella. No muy convencido de lo bueno del asunto, apoyó a su madre y el matrimonio se concretó. Ello ayudó a que el muchacho acabase en “Paradise Institute”, institución de gran popularidad por la diversidad de sus estudiantes, que le permitiría establecerse en un lugar de estudios concreto. Lugar que le llenaría de sorpresas.

Adora el color azul, en todo, muévase o no, cómase o no. Gusta de la música, variada en tipos y de la pintura en todas sus formas.
Gusta del frío más que del calor, a pesar que el primero en extremo llegue a congelarle. En tal caso, buscará cobijo o una buena manta que le cubra hasta las orejas.
Si de aperitivos y golosinas se trata, es adicto al chocolate bitter (lo único amargo, por cierto) y frutos secos, siendo pistachos y avellanas su mayor deleite.
Tiene la manía extraña de combinar alimentos, sea ácidos, dulces, salados, o ligeramente amargos. Le divierte.
Reír, aunque no lo haga a menudo. Le gusta sentirse parte de algo.
Le gusta acostarse en la hierba a dormir, pensar o simplemente oír. Ama el sonido de la lluvia.

Detesta el café puro, con o sin azúcar, da igual, no lo traga, aunque gusta de su aroma embriagante. Puede llegar a beberlo con una buena dosis de leche tibia y azúcar. Evita los mariscos.
Le apestan hasta la médula los gritos y la gente en extremo escandalosa y que llama la atención sin motivo aparente.
Las mentiras, las repudia.
El sueño. Le molesta sentirse cansado o adormilado, puesto que no funciona bien en tales estados; se vuelve especialmente torpe.
Que invadan su espacio y le perturben.
Las conversaciones sin sentido, aunque muchas veces sea parte de ellas.
La hipocresía, las apariencias y las modas.

Extras:

• Jamás termina un dibujo.
• Tiene mal dormir; se mueve demasiado y le cuesta agarrar sueño aunque esté agotado.
• Le cuesta hablar cuando se trata de sentimientos, sean propios o ajenos.
• No sabe dar consejos y cuando se siente en apuros se muerde reiteradamente el labio inferior.